EDUCAMOS EN LA NATURALEZA
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Un Coludito copetón en apuros

UN COLUDITO COPETÓN EN APUROS

Había una vez un coludito copetón, llamado Copete, que se había mudado al tala Nº 33  del bosque de la Estancia Nahuel Rucá. Sus padres vivían en el Tala 35, rama 56, y sus hermanos habían hecho nido en los árboles 38 y 45. A pesar de la distancia, en algún momento del día se cruzaban en vuelo.

Copete estaba en pareja con Coludi, quien también tenía a su familia cerca de allí.

Una mañana, mientras Copete y Coludi estaban reciclando el nido abandonado de un hornero, un gorrión se les acercó. -¡Buenos días! –saludó el gorrión. -¡Buenos días! –saludaron los coluditos. -¿Hace mucho que se mudaron a este árbol? –preguntó el gorrioncito. –No, hace muy poco. De hecho, nos encontramos en plena refacción. –respondió Copete, sin dejar de poner las últimas dos plumas de Chimango que había encontrado en el campo.

-Ahaaaa. ¿Ud. sabe, mi amigo, que este nido es mío? –Preguntó el gorrión muy serio. Copete, dándose cuenta de que este pájaro no era un hornero, sino un gorrión, le explicó que ellos habían encontrado el nido abandonado, y por eso habían decidido instalarse allí.

El gorrión no hizo caso a la explicación y reclamó la propiedad con celeridad.

¡Qué revuelo se armó en el árbol 33!

Copete y Coludi habían trabajado todo el día y no iban a entregar el nido así como así.

 Tanto alboroto se armó, que llamaron la atención de otros animales de la estancia: Un zorro de las pampas desconfiado, un carpincho remolón, un churrinche curioso y hasta ¡una comadreja resongona! se acercaron para saber qué pasaba en el árbol Nº 33. Cada uno de los animales que se iba acerando comenzaba a opinar sobre cómo resolver este conflicto. Así fue, como el zorro sugirió que el gorrión se busque otro nido de hornero abandonado. El carpincho, con su mirada somnolienta, sugirió a la pareja de coluditos que se muden al bosque de Eucaliptos, porque allí había lugar de sobra. Copete, agradeció la recomendación, pero le informó al carpincho que ese bosque no era nativo y que ellos allí no tendrían nada para comer.

El churrinche, que estaba de paso en esa época del año, sugirió que los coluditos copetones se hicieran un nuevo nido sobre el del hornero. Pero Copete, con su  ti-ritititirrr, le confesó que ellos utilizan nidos abandonados. No hacen nidos nuevos.

El alboroto seguía y cada vez se sumaban más animales. A lo lejos, venía un caballo percherón al galope, apurado por saber qué pasaba en el bosque de Tala. La vaca Juana, que andaba rumiando cerca del alambrado, intentaba opinar con su muuuu, muuuu, pero nadie entendía lo que ella decía, así que su opinión no fue considerada.

Una garcita blanca, que estaba comiendo unos deliciosos peces en la laguna, también fue sorprendida por los disturbios en el bosque. Caminando despacito, llegó al árbol 33 para entender el origen del problema. Una espátula rosada que observaba el disturbio, le chusmeó lo que allí pasaba.

-¡Pido la palabra! –gritó la recién llegada. Todos hicieron silencio, ya que era raro ver a la garza agitada. –Aquí hay un graaaan problema, pero de una sencilla solución. No vale la pena discutir tanto, ya que este Tala tiene muchas ramas para muchos nidos. Además, Uds. coluditos y gorriones, que les gusta utilizar nidos ajenos abandonados, si se fijan en este mismo tronco a la altura de la rama 48 un pájaro carpintero real abandonó su hogar. Tranquilamente, cualquiera de los dos puede reciclarlo y dejarlo pipí-cucú.  

A pesar de la buena sugerencia de la garcita, ninguno dejaba el nido. Cuando el sol comenzó a ponerse sobre el horizonte y  la laguna se tiñó de color naranja, Pedro, el Custodio del lugar, terminó su día laboral. Despacito, comenzó a cerrar la casona. Las luces se apagaron y las puertas, se cerraron. Cuando la llave dio su última vuelta, -click-, justo en ese momento, llegó Nero, el hornero. –¡Buenas tardes! – saludó Nero muy amable. –Soy el constructor y ex-propietario de este nido. Les propongo resolver la discusión de un modo sencillo y democrático. Entre todos los presentes, vamos a votar quién consideramos se debe quedar en este nido y quién se instalará en la rama 48, –dijo el hornero. Todos los animales que estaban cansados de escuchar tanta discusión, rápidamente apoyaron la moción.

-¿Quién vota por el coludito copetón, nativo de nuestra zona y de nuestro bosque? –preguntó el hornero.

Yo, yo, yo, yo, yo, yo y yo, gritaron muchos animales.

-¿Quién vota por el gorrioncito exótico? –preguntó Nero.

Muuuu, se escuchó desde el alambrado a Juana, que también era exótica en ese lugar.

-Bueno amigo, creo que el hueco en la rama 48 será un excelente hogar para Ud. y su familia, –comunicó el hornero.

-¿Qué les parece si entre todos ayudamos a los coluditos y gorrioncitos a refaccionar rápido los niditos? –propuso la espátula rosada, que hasta el momento, no había opinado nada.

-¡Y si terminamos antes de que el sol se esconda, damos la bienvenida a los nuevos vecinos con una gran fiesta! –agregó Nero agitando sus alas.

Los nidos quedaron pipí-cucú y el festejo duró hasta que se escuchó el primer: buuuuhh, de la lechuza del Campanario.

¡Y colorín, colorado, este cuento del Bosque de Tala, se ha acabado!

 

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